Lo que el viento NO llevó

Podemos saber lo que dijimos, pero nunca lo que el otro escuchó.

En esto se basa la alteridad, la capacidad de ser únicos y diferentes, la capacidad de ver toda nuestra vida a través de los lentes de la subjetividad.

Las palabras están cargadas de esta perspectiva personal, las que decimos y las que escuchamos. Todo lo que decimos tiene un peso y un efecto en nuestra vida y en el entorno en el cual nos desenvolvemos. Muchas veces somos livianos con las palabras que utilizamos, en la búsqueda ansiosa  y manipuladora de llevar al otro al campo de mi forma de pensar, a mis razones; enfocándonos en el resultado esperado sin medir las consecuencias que tendrán esas palabras sobre la vida de los demás.

Esto se puede apreciar claramente en la infancia; etapa en la cual se desarrollan las bases de la personalidad. A las palabras no se las lleva el viento o al menos no a todas, lo que el niño recibe a través de las palabras influyen sobre su constitución psicológica, su auto estima, sus identificaciones, sus elecciones inconscientes, su forma de ver el mundo y de verse a si mismo, en suma...nuestras palabras influyen sobre su realidad.

La próxima vez que necesitemos llevar a nuestros hijos a la obediencia, a la reflexión, al arrepentimiento, etc;  meditemos que palabras utilizaremos, ataquemos a la acción negativa y no a la identidad, un error no lo define como persona, de lo contrario nuestras palabras terminan siendo mas dañinas que el propio error cometido. Sobre todas las cosas no perdamos el propósito de nuestra acción comunicativa, prioricemos el objetivo: educar, corregir, enderezar en lugar de lastimar, herir, marcar. Recordemos que no todo se lo lleva el viento, para nosotros son solo palabras, para los demás, pueden terminar siendo etiquetas inconscientes que estigmatizan su contacto con la realidad.

M.T





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